¿Aguna vez habéis accedido a hacer algo de lo que sabíais que os ibais a arrepentir en el futuro?

 

Pues yo sí…

 

Ampliar información en Seguir leyendo

Hace años que mi novia se apuntó a clases de baile en nuestro gimnasio y desde ese momento no ha parado de insistir en que la acompañe (seguro que la situación os resulta familiar a muchos). Con mucho esfuerzo he conseguido esquivar la obligación, pero al fin este verano accedí tras un intenso chantaje emocional por su parte.

Y así llegué a mi primer día.

Cuando llegas a cualquier clase de baile (creo que esta era de ritmos latinos), la imagen que te encuentras es la siguiente: Un montón de gente (gran mayoría mujeres), con ropa extraña (por qué se ponen eso?) y unos zapatitos que parecen los de Barbie/Ken. En serio, lo de los zapatos se lo deberían de hacer ver por un terapeuta, porque mi chica se ha comprado unos (es una de ellos!!!) y el precio me ha dejado con la boca abierta, por no mencionar mi bolsillo. Y además, para qué los quieren; si no son más que unos zapatos normales y corrientes, con una suela absurda con la que no pueden pisar la calle, y por eso se pasean todos con unas bolsitas de tela todas iguales donde los guardan… Igual es una bolsa mágica, y por eso resultan taaan caros los zapatos.

En fin, dejemos el tema vestuario… Porque entonces llega el profesor, lleno de una vitalidad a las 10 de la noche que no la tengo yo ni en vacaciones!!!!. Y resulta que pone una musiquilla de nosequé y a todos los alumnos parece que se les ha dado un “telele” porque se entusiasman de repente y empiezan todos como locos a dar brinquitos cada vez que el profesor les dice algo (son cubano, engaño….. no hay quien los entienda, creo que utilizan un código secreto!!!!!!!). Y yo me digo, “si esto es muy fácil, que yo hago Body Combat todos los días y no voy a ser yo menos que todos estos flipadillos (perdón cariño, que no lo digo por ti)”. Pero nada, que no hay manera. Parece que cuando ellos hacen 1, inexplicablemente yo voy por el 3. ¿Y por qué paran a descansar en el medio de los compases? Que así no hay quien les siga…

Tras más de 15 minutos de agonía, por fin el profe nos manda ponernos en parejas (que digo yo, si vamos a aprender a bailar en pareja para qué tanta paparrucha de dar brinquitos por individual, no?). Y menos mal, porque esto ya sí que es lo mío; anda que no he acompañado a mi novia a bodas y fiestas de “prao” en todo este tiempo y éramos los reyes de la pista… Pero, inexplicablemente, algo ha debido pasar entre el prao y la clase porque parece que sigo sin enterarme de nada y de repente me encuentro con que en un pimpampum mi chica ya ha entendido todos los pasos y no solo hace los suyos, sino que incluso me ayuda a mí a hacer los míos. Que bien mirado, no está tan mal… Parece que la vuelta sale!!! Pero, ayyyyyy, la felicidad es pasajera porque se nos acerca el profesor a reñir a mi novia por no sé qué de la técnica del Mandato (será un gurú del baile??) y ya no damos pie con mano en el resto de la clase…

Y tras una hora de intenso sufrimiento me voy a casa sudando como un pollo, con dos pies izquierdos y con una novia enfadada porque le he pisado su sandalia de la Barbie…

Bufff, no sé yo si compensará.

Cuando se le pase el cabreo, tengo que preguntarle a mi chica quién es ese Mandato y qué técnicas secretas tiene para aprender a bailar.

¿Será posible que alguien como yo, que parece un pato mareao, aprenda a bailar? ¿Será sólo cuestión de tener un buen profesor o también habrá que ser muy constante? Buff, no sé yo; tal vez la solución sea comprarme unos de esos zapatos de Ken y rogar para que bailen solos… Ya os contaré.