Después de un largo silencio ocasionado por todo el ajetreo del I Congreso Norte Latino y el comienzo de las Fiestas de Baile del Kandela retomamos estos artículos que tanto gustan a la gente…
CAPÍTULO 5: PARA ELLOS…
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Por si no lo recordáis, nos habíamos quedado en el mágico punto en el que la chica aceptaba bailar con nosotros y la llevábamos hasta la pista para comenzar. No nos engañemos, chicos; la primera impresión es la que cuenta, como ya decíamos; y al principio de la pieza más todavía. Aunque hayas sido terrible a la hora de invitar a una chica a la pista, si consigues que durante el baile lo pase bien, te la has ganado (a ella y a todo su círculo de amistades, porque las mujeres hablan entre ellas, y mucho…)
Por eso mismo para comenzar yo siempre empiezo despacito, con básicos y vueltas sencillas para adaptarme a la chica y que ella vaya entendiendo poco a poco mis marcaciones, las buenas y las malas. Y cuando no las comprende, lo vuelvo a intentar. Y si por casualidad ese día estoy inspirado y me voy entendiendo con la chica, es cuando me entusiasmo y empiezo a hacer vueltas algo más difíciles, pasitos libres… Siempre acorde con el nivel de la chica, claro, y dentro de mis propias limitaciones, que es lo primero que tengo que tener claro (ejemplo: si nunca he marcado un triple, es casi imposible que por inspiración divina, me salga esa noche en la pista).
Además hay algunas cosas que tengo claras y nunca, nunca:
-Me pongo en medio de la pista a explicarle una vuelta a la chica (que estoy bailando, no impartiendo una clase)
-Ni pongo cara de asco (es muy difícil que a 30 cm no se dé cuenta)
-Ni miro el reloj (también se da cuenta)
-Ni se me ocurre reprocharle a mi pareja que no es buena bailarina porque no hace lo que se supone que estoy marcando.
¿Por qué?
-Lo primero, porque no soy Fernando Sousa y puede que, aunque la vuelta la tenga clarísima en mi cabeza, en el trayecto cerebro-manos-pies falle algo (ejemplo: levantar una mano no quiere decir nada; puedo querer que la chica haga un giro, 2, 300… puedo querer girar yo….; así que si mi pareja no tiene telepatía no puedo pedirle que adivine exactamente lo que pretendo que haga).
-Lo segundo, aunque yo lo haya hecho todo perfecto (raro, pero posible) no debería hacer sentir mal a la chica, ni menospreciarla, por no entenderme en un momento dado. Se supone que bailamos para disfrutar
-Lo tercero, no lo hago por aprecio a los dedos de mis pies. Creo que ya lo he comentado, pero, por si acaso, lo repito. Los tacones de las chicas hacen mucho daño cuando te pisan; daño que es proporcional a la mala leche que tienen en ese momento. Así que procuro no enfadarlas.
-Y cuarto, no lo hago por aprecio a mi nariz. La tercera premisa es válida aquí, aplicándola a los codazos que te pueden dar cuando hacen un giro. Sé que pensáis: “cómo van a hacer eso”, pero por si acaso… Si no os han dado nunca un codazo en la nariz, creedme: duele más que el tacón en el dedo meñique…
Si consigo todo esto y logro una sonrisa de la chica, me siento el hombre más feliz del mundo (vale, estoy exagerando). Pero, ¿alguna vez habéis experimentado esa sensación? Probad, merece la pena.
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